El temor de Dios en la Biblia


Tener temor de Dios es reconocer su majestad, su poder y su santidad, a la vez que se toma la decisión de vivir una vida agradable a él. Quien teme a Dios escoge obedecerle, sometiéndose a él y repudiando el pecado. Lo hace por amor y por respeto al Dios todopoderoso.

La persona temerosa de Dios es reverente ante él, busca su dirección en todo momento y vive conforme a su voluntad. El temor a Dios no se basa en el miedo. Se fundamenta en el respeto reverencial que surge del corazón de los hijos de Dios hacia él.

Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!»
(Romanos 8:15)

Los hijos respetan a sus padres y aceptan su disciplina porque saben que les aman y que desean lo mejor para ellos. El amor de Dios es mucho más grande y perfecto que el amor de nuestros padres terrenales. El amor que recibimos de Dios y su disciplina, buscan nuestro bien eterno y que participemos de su santidad.

En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad.
(Hebreos 12:10)

Dios nos guía con amor, pero también con firmeza, porque él sabe lo que es mejor para nosotros.

Decidir no temer a Dios acarrea consecuencias. Tal como no agarramos un cuchillo por el filo, pues sabemos que nos dolerá y nos hará daño, así mismo debemos saber que vivir nuestra vida sin temor de Dios traerá consecuencias que repercutirán por toda la eternidad.

En una ocasión, Jesús estaba hablando con sus discípulos sobre la persecución venidera. Él les advirtió que ellos mismos padecerían persecución, pero les dijo que no debían temer a aquellos que buscaban causarles daño porque, en el peor de los casos, solo podrían matar el cuerpo. Sin embargo, sí había alguien a quien debían temer: ¡a Dios!

No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno.
(Mateo 10:28)

¿Qué quiso decir Jesús con esas palabras? En cierto sentido, Jesús les advirtió que el miedo o temor que podían sentir ante el dolor físico o ante la muerte, no podía ser mayor que el temor al juicio de Dios, a pasar la eternidad en el infierno separados de él. Por lo tanto, escoger bien a qué o a quién tememos o reverenciamos, tendrá repercusiones eternas. ¡Temamos únicamente a Dios!

La verdadera sabiduría se origina en el temor del Señor

El principio de la sabiduría es el temor del Señor; buen juicio demuestran quienes cumplen sus preceptos. ¡Su alabanza permanece para siempre! (Salmo 111:10)

El principio de la sabiduría es el temor del Señor;
buen juicio demuestran quienes cumplen sus preceptos.
¡Su alabanza permanece para siempre!
(Salmo 111:10)

Si deseamos vivir vidas llenas de sabiduría, tomando las decisiones correctas y andando por el camino de bendición, debemos tener temor del Señor. Temer a Dios implica reconocerle como el Creador, como la fuente de la vida y de todo lo que existe.

Al reconocer la grandeza de Dios y nuestra dependencia de él, tomaremos tiempo para escuchar su voz y recibir su dirección. Como consecuencia, nuestras decisiones serán sabias, lo cual nos traerá gozo y bendición.

El principio de la sabiduría es el temor al Señor;
Los necios desprecian la sabiduría y la enseñanza.
(Proverbios 1:7)

El temor del Señor nos ayuda también a discernir entre el bien y el mal. Si tememos a Dios sobre todas las cosas, escogeremos dejar de lado el pecado y todo lo que nos lleve a él. Desearemos andar siempre por el camino del bien, contando con la compañía del Señor.

Y dijo a los mortales:
«Temer al Señor: ¡eso es sabiduría!
Apartarse del mal: ¡eso es discernimiento!»
(Job 28:28)

¿Quién es el hombre que teme al Señor?
Será instruido en el mejor de los caminos.
(Salmo 25:12)

Versículos de sabiduría

Dios es digno de nuestro temor

¿Quién no te temerá, Rey de las naciones?
Tú eres digno de ser reverenciado,
porque no hay ningún sabio ni rey
que pueda compararse a ti.
(Jeremías 10:7, versión Reina Valera Contemporánea)

¡No hay nadie como nuestro Dios! Su grandeza y su poder son incomparables. Él creó todo lo que vemos de la nada. Él ha sido, es y será por toda la eternidad. No hay ningún dios ni ningún ser humano comparable a él. Por eso debemos adorarle y servirle con temor.

Sirvan al Señor con temor;
con temblor ríndanle alabanza.
(Salmo 2:11)

Bendiciones para los que temen al Señor

¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Dichoso el que teme al Señor,
el que halla gran deleite en sus mandamientos.
Sus hijos dominarán el país;
la descendencia de los justos será bendecida.
En su casa habrá abundantes riquezas,
y para siempre permanecerá su justicia.
Para los justos la luz brilla en las tinieblas.
(Salmo 112:1-4)

La Biblia menciona una serie de bendiciones que tendrán todos los que temen al Señor. Rendir adoración a Dios, vivir en obediencia a su Palabra y ser reverente ante él resultarán en buenas cosas tanto para la persona temerosa de Dios como para su familia.

Dichosos todos los que temen al Señor,
los que van por sus caminos.
Lo que ganes con tus manos, eso comerás;
gozarás de dicha y prosperidad.
En el seno de tu hogar,
tu esposa será como vid llena de uvas;
alrededor de tu mesa,
tus hijos serán como vástagos de olivo.
Tales son las bendiciones
de los que temen al Señor.
(Salmo 128:1-4)

Teman al Señor, ustedes sus santos, pues nada les falta a los que le temen. (Salmo 34:9)

Teman al Señor, ustedes sus santos,
pues nada les falta a los que le temen.
(Salmo 34:9)

Dios provee fielmente a los que son temerosos de él. Él concede paz, fortaleza y crecimiento a los que le sirven con temor.

Mientras tanto, la iglesia disfrutaba de paz a la vez que se consolidaba en toda Judea, Galilea y Samaria, pues vivía en el temor del Señor. E iba creciendo en número, fortalecida por el Espíritu Santo.
(Hechos 9:31)

Otros versículos sobre el temor de Dios

El temor del Señor es un baluarte seguro
que sirve de refugio a los hijos.
El temor del Señor es fuente de vida,
y aleja al hombre de las redes de la muerte.
(Proverbios 14:26-27)

El Señor nuestro Dios nos mandó temerle y obedecer estos preceptos, para que siempre nos vaya bien y sigamos con vida. Y así ha sido hasta hoy.
(Deuteronomio 6:24)

Cumple los mandamientos del Señor tu Dios; témelo y sigue sus caminos.
(Deuteronomio 8:6)

Y ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor tu Dios? Simplemente que le temas y andes en todos sus caminos, que lo ames y le sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma, y que cumplas los mandamientos y los preceptos que hoy te manda cumplir, para que te vaya bien.
(Deuteronomio 10:12-13)

El Señor no se deleita en los bríos del caballo,
ni se complace en la fuerza del hombre,
sino que se complace en los que le temen,
en los que confían en su gran amor.
(Salmo 147:11)

Quien teme al Señor aborrece lo malo;
yo aborrezco el orgullo y la arrogancia,
la mala conducta y el lenguaje perverso.
(Proverbios 8:13)

El temor del Señor conduce a la vida;
da un sueño tranquilo y evita los problemas.
(Proverbios 19:23)

¿Quién no te temerá, oh Señor?
¿Quién no glorificará tu nombre?
Solo tú eres santo.
Todas las naciones vendrán
y te adorarán,
porque han salido a la luz
las obras de tu justicia.
(Apocalipsis 15:4)

Pedro tomó la palabra, y dijo: Ahora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos, sino que en toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia.
(Hechos 10:34-35)

Como tenemos estas promesas, queridos hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación.
(2 Corintios 7:1)

Den a todos el debido respeto: amen a los hermanos, teman a Dios, respeten al rey.
(1 Pedro 2:17)

Así que nosotros, que estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos agradecidos. Inspirados por esta gratitud, adoremos a Dios como a él le agrada, con temor reverente, porque nuestro «Dios es fuego consumidor».
(Hebreos 12:28-29)

Gritaba a gran voz: «Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales».
(Apocalipsis 14:7)

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