La historia de Gedeón (el guerrero valiente)


Gedeón fue un juez de Israel que Dios escogió para una misión especial. Él fue el encargado de liderar a un pequeño ejército de 300 hombres en la batalla contra los madianitas. El ejército de Israel ganó con una táctica muy peculiar aun cuando era mucho más pequeño que el de sus enemigos. Gedeón siguió las instrucciones que Dios le dio y consiguió guiar al pueblo a la victoria.

El trasfondo de la historia

Encontramos la historia de Gedeón en el Antiguo Testamento, en el libro de los Jueces capítulos 6 al 8.

La situación del pueblo de Israel era desesperante. Debido a su constante desobediencia, Dios los había entregado en manos de los madianitas, un pueblo muy cruel. Los madianitas eran tiranos y robaban, arruinaban las cosechas y mataban los animales de los israelitas constantemente. Jueces 6:6 dice lo siguiente:

Era tal la miseria de los israelitas por causa de los madianitas que clamaron al Señor pidiendo ayuda.
(Jueces 6:6)

Llamamiento de Gedeón

Dios envió un profeta que le recordó a Israel la razón por la cual pasaban por esa miseria: su propia desobediencia.

También el ángel del Señor fue a hablar con Gedeón. Lo encontró desgranando el trigo en el lagar, escondiéndolo de los madianitas para así evitar que se lo robaran. Aun frente a esa actitud de temor por parte de Gedeón, el ángel lo saludó llamándolo «guerrero valiente» (Jueces 6:12) y recordándole que el Señor estaba con él.

Gedeón comenzó a quejarse de la situación en la que vivían, pero el ángel del Señor le contestó:

Ve con la fuerza que tienes, y salvarás a Israel del poder de Madián. Yo soy quien te envía.
(Jueces 6:14)

Gedeón, en lugar de sentirse animado y fortalecido, comenzó a excusarse y a decir todas las razones por las cuales él no era la persona indicada para esa encomienda. Para asegurarse de que el mensaje venía del Señor, Gedeón pidió una señal. Preparó una ofrenda de un cabrito y pan sin levadura y la ofreció al ángel.

El ángel tocó con su bastón la roca donde Gedeón había colocado su ofrenda y de la roca salió fuego que consumió la carne y el pan. Gedeón se asustó, pero el ángel le aseguró que no moriría.

Esa noche, el Señor mandó a Gedeón a destruir imágenes de dioses falsos y un altar que su padre había dedicado a Baal. En su lugar debía construir un altar para el SEÑOR. Gedeón pidió a 10 de sus siervos que lo acompañaran y fue por la noche a destruir el altar y a construir otro, tal como le había dicho el ángel del Señor. Gedeón fue de noche porque le tenía miedo a los hombres que vivían en la ciudad, pero aun así cumplió con lo que se le había encomendado.

Por la mañana, la gente del pueblo averiguó que había sido Gedeón quien había destruido el altar. Fueron a la casa de su padre, Joás, a pedirle que entregara a Gedeón para matarlo. Joás habló de forma muy astuta diciendo que si Baal era realmente un dios podía defenderse solo. Desde ese día, la gente del pueblo comenzó a llamar a Gedeón Jerobaal, que significa «que Baal contienda o se defienda».

Gedeón pide dos señales

Varios pueblos del oriente se unieron a los madianitas para atacar a Israel. El Espíritu del Señor llenó a Gedeón y él convocó a los de Abiezer, el clan al que pertenecía, para ir a hacer frente a los enemigos. Se les unieron también hombres de otras tribus israelitas así que Gedeón tenía un buen ejército para combatir. Aun así, él le pidió a Dios dos señales para asegurarse de que Dios salvaría a Israel por medio de él.

Primero, colocó un vellón (lana de un carnero u oveja) sobre el suelo y pidió que el rocío de la noche cayera solo sobre el vellón y que todo el suelo alrededor quedara seco. Así sucedió.

Para mayor seguridad, el siguiente día Gedeón le pidió a Dios que durante esa noche el suelo quedara cubierto de rocío, pero que el vellón se mantuviera seco. Así fue. Gedeón tuvo la seguridad de que Dios los acompañaría en la batalla y les daría la victoria.

La selección del ejército

El ejército de Gedeón tenía 32,000 hombres, pero Dios dijo que era demasiado grande. Aunque los madianitas y sus aliados eran «numerosos como langostas y sus camellos eran incontables como la arena a la orilla del mar» (Jueces 7:12), Dios no quería que Israel se jactara de su propia fuerza (Jueces 7:2). Le dijo a Gedeón que debía reducir el número de hombres de su ejército. La gloria sería solo para Dios al conseguir la victoria.

Primero, Dios le dijo a Gedeón que dejara ir a los que tuvieran temor. 22,000 hombres decidieron irse y solo quedaron 10,000. De todas formas el ejército era demasiado grande y Dios le dio a Gedeón una técnica para descubrir cuáles debían irse y cuáles se quedarían con él.

Debían ir a beber agua. Gedeón separaría los que lamieran el agua con la lengua de los que llevaran el agua a su boca con la mano. Los que llevaron el agua a su boca con la mano fueron 300 y esos fueron los escogidos por el Señor para acompañar a Gedeón en la batalla.

La victoria

Gedeón todavía tenía dudas y temor. El Señor le dijo que bajara al campamento de los madianitas donde escucharía algo que lo llenaría de valor. Gedeón fue allá con su criado y escuchó a un hombre contarle un sueño a su amigo. En el sueño él había visto un pan de cebada rodando con gran fuerza hasta el campamento madianita tirando abajo la carpa (Jueces 7:13).

Su amigo le respondió: Esto no significa otra cosa que la espada del israelita Gedeón hijo de Joás. ¡Dios ha entregado en sus manos a los madianitas y a todo el campamento!
(Jueces 7:14)

Al oír eso, Gedeón se postró en adoración a Dios y se dirigió a su campamento a despertar a los 300 hombres de su ejército. La estrategia para atacar a los madianitas era una un poco ilógica. El ejército de Gedeón iría armado con trompetas y cántaros con antorchas en su interior. Los dividió en 3 grupos y les dijo:

Mírenme —les dijo—. Sigan mi ejemplo. Cuando llegue a las afueras del campamento, hagan exactamente lo mismo que me vean hacer. Cuando yo y todos los que están conmigo toquemos nuestras trompetas, ustedes también toquen las suyas alrededor del campamento, y digan: “Por el Señor y por Gedeón”.
(Jueces 7:17-18)

Así lo hicieron. Los tres grupos rodearon al enemigo. Con el sonido de las trompetas, el ruido de los cántaros al estrellarlos, la luz de las antorchas y sus gritos, lograron confundir al otro ejército. En medio de la confusión, los madianitas se atacaron entre sí y huyeron. Varias de las tribus israelitas los persiguieron, los capturaron y los mataron. Así fue como lograron la victoria.

Un final triste

Los israelitas querían que Gedeón los gobernara, pero él no lo aceptó. Les dijo que solo Dios debía gobernar a su pueblo (Jueces 8:23). Sin embargo, Gedeón cometió un gran error. Hizo un efod (manto sacerdotal) de oro con algunos anillos del botín que habían conseguido. Ese efod se convirtió en objeto de idolatría y trajo un final triste para Gedeón, su familia y para todo el pueblo de Israel.

Con el oro Gedeón hizo un efod, que puso en Ofra, su ciudad. Todo Israel se prostituyó al adorar allí el efod, el cual se convirtió en una trampa para Gedeón y su familia.
(Jueces 8:27)

Otras historias bíblicas que pueden ser de interés: