Jesús es Dios: versículos bíblicos que lo explican


Jesús es Dios, eso es lo que nos dice la Biblia. Dios, el ser supremo creador de todo, decidió revelarse como una Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu. Son tres funciones, pero una sola esencia y un único Dios. Cada una de esas tres personas es una manifestación especial de Dios.

Jesús es Dios encarnado. Él se hizo hombre y vino a la Tierra con la misión de salvar a la humanidad de sus pecados. El nombre Jesús significa salvador, libertador, el SEÑOR salva. Es un nombre que habla sobre la tarea que Jesús vino a cumplir. Otro de los nombres con el que se conoce a Jesús - Cristo - es la forma griega del término hebreo "Mesías", el ungido esperado que traería libertad y salvación.

Siendo completamente hombre, Jesús era también completamente divino. Durante su vida terrenal, él escogió someterse al Padre y vivir como un ser humano, pero sin pecar ni dejar de ser Dios. Esto no es fácil de entender, pero hay algunas cosas que nos pueden ayudar a entender cómo Jesús, aun siendo hombre, era y es Dios.

Él vino con la encomienda de llevar el castigo por nuestros pecados y de restaurar nuestra relación con Dios. El pecado nos separa de Dios, pero Jesús vino a traer el mensaje de salvación y a liberarnos del poder del pecado. Él murió en la cruz y pagó el precio de nuestro castigo. Si lo aceptamos como nuestro Señor y Salvador, podemos tener acceso a la vida eterna.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.
(Juan 3:16)

¿Llegó Jesús a decir que era Dios?

Jesús afirmó ser Dios en varias ocasiones. Él se llamó a sí mismo el Hijo de Dios, y en el sentido bíblico, esa frase habla claramente sobre su deidad. No debemos pensar en la relación humana entre un padre y un hijo tal y como la conocemos hoy. Es algo mucho más profundo que alude a Dios encarnado en Jesús. Esa es la razón por la que los judíos reaccionaban enojados cuando Jesús declaraba ser el Hijo de Dios.

Los judíos le respondieron:

—Nosotros tenemos una ley y, según nuestra ley, él debe morir porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.
(Juan 19:7)

Para ellos, Jesús merecía la muerte porque se había igualado a Dios, o sea, había declarado ser Dios.

Jesús también afirmó tener una conexión única y especial con Dios Padre, un vínculo que nadie más tenía. En Juan 10:30, Jesús dijo que él y el Padre eran uno: «Yo y el Padre uno somos».

Otra afirmación de Jesús fue declararse el «Yo soy» (Yahwéh), usando el mismo nombre divino que Dios reveló a Moisés en Éxodo 3:14.

Entonces Jesús les dijo: Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces entenderán que Yo Soy, y que nada hago de mí mismo sino que estas cosas hablo así como el Padre me enseñó.
(Juan 8:28)

Jesús fue el cumplimiento de las promesas en el Antiguo Testamento y así lo afirmó. ¡Él era el Mesías prometido!

Y les dijo: Estas son las palabras que les hablé estando aún con ustedes: que era necesario que se cumplieran todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.
(Lucas 24:44)

Jesús enfatizó su misión como Salvador, ya que solo por medio de él podemos ser salvos. Su deseo de salvar al mundo no fue expresado solamente por medio de sus palabras. Sus acciones mostraban el interés genuino que había en su corazón por salvar a todos y acercarlos a Dios Padre.

Si alguien oye mis palabras y no las guarda yo no lo juzgo; porque yo no vine para juzgar al mundo sino para salvar al mundo.
(Juan 12:47)

Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.
(Lucas 19:10)

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo sea salvo por él.
(Juan 3:17)

¿Lo reconocieron otros como Dios?

¿Cómo percibían los demás a Jesús y qué decían de él? Jesús inspiró reacciones muy variadas. Unos lo consideraban maestro o profeta y apreciaban sus enseñanzas. Otros lo reconocieron como Dios y le siguieron. Sin embargo, muchos otros lo rechazaron de forma contundente y hablaron mal de él. Veamos algunas de las expresiones con las que las personas hablaban sobre Jesús.

1. Juan el Bautista lo llamó el Cordero de Dios

Justo al inicio del ministerio de Jesús, Juan el Bautista lo vio de lejos y lo llamó el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Al día siguiente, Juan vio a Jesús que venía hacia él y dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!
(Juan 1:29).

Esa frase es una referencia directa al propósito de Jesús sobre la tierra. Él vino para ser el verdadero y definitivo Cordero pascual del que habla Éxodo 12:6. Es a través de Jesús y su sacrificio en la cruz que nuestros pecados son borrados completa y totalmente.

2. La mujer samaritana lo llamó el Cristo

En la conversación que Jesús tuvo con la mujer samaritana al lado de un pozo, ella lo reconoció como profeta y como el Cristo. Jesús no solo conocía su pasado, sino que también infundió una esperanza nueva en lo más profundo de su corazón.

Le dijo la mujer: Señor, veo que tú eres profeta.
(Juan 4:19)

Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue a la ciudad y dijo a los hombres: ¡Vengan! Vean a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿Será posible que este sea el Cristo?
Entonces salieron de la ciudad y fueron hacia él.
(Juan 4:28-30)

3. Bartimeo clamó a él llamándole Hijo de David

Es interesante ver que hubo ocasiones en las que, la persona menos esperada, mostró tener una percepción espiritual clara sobre Jesús. Eso sucedió con el ciego Bartimeo. Él deseaba ser sano y cuando oyó que Jesús pasaba por el camino en el que él estaba, declaró que Jesús era el Hijo de David, el Mesías. ¿El resultado de su osadía? Su sanidad física y espiritual.

Entonces llegaron a Jericó. Y cuando él iba saliendo de Jericó junto con sus discípulos y una gran multitud, el ciego Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y cuando oyó que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
Muchos lo regañaban para que se callara, pero él gritaba aun más fuerte: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
(Marcos 10:46-48)

Jesús le dijo: Vete. Tu fe te ha salvado.
Al instante recobró la vista y seguía a Jesús en el camino.
(Marcos 10:52)

4. Pedro lo identificó como el Cristo

Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó a sus discípulos diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; otros, uno de los profetas.
Entonces él les preguntó: Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
Respondiendo Pedro le dijo: ¡Tú eres el Cristo!
Él les mandó enérgicamente que no hablaran a nadie acerca de él.
(Marcos 8:27-30)

Mientras caminaban, Jesús le preguntó a sus discípulos qué decía la gente sobre él. No hubo una sola respuesta. Algunos en el pueblo decían que él era Juan el Bautista, otros, el profeta Elías y otros, alguno de los profetas.

Sin embargo, cuando Jesús preguntó a sus discípulos, quién ellos decían que él era, Pedro contestó inmediatamente: «¡Tú eres el Cristo!» Pedro, que lo conocía muy bien y que compartía su vida con él, no tenía dudas sobre quién era Jesús: el Mesías Salvador.

5. Tomás lo llamó Señor y Dios

Luego de su resurrección, Jesús se apareció a sus discípulos. Tomás no estaba allí, y cuando los demás le contaron lo que había sucedido, él no les creyó. A los ocho días, Jesús se les volvió a aparecer y allí sí estaba Tomás. Jesús, conociendo sus dudas, le mostró sus heridas de la crucifixión (tal como había pedido Tomás), y Tomás admitió tanto el señorío como la divinidad de Jesús.

Ocho días después, sus discípulos estaban adentro otra vez y Tomás estaba con ellos. Y aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró, se puso en medio y dijo: ¡Paz a ustedes!
Luego dijo a Tomás: Pon tu dedo aquí y mira mis manos, pon acá tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.
Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!
(Juan 20:26-28)

Los milagros de Jesús, muestra de su poder divino

Fueron muchos los milagros y las señales que hizo Jesús durante sus 3 años de ministerio. No solo eso, Jesús también fue generoso en extender el perdón de pecados a todos los que se le acercaron en arrepentimiento y confesaron su necesidad de él. ¿Cómo podía realizar todos esos milagros y hasta perdonar pecados? Podía hacerlo porque él era Dios. Se movía con todo el poder y la autoridad de Dios y no había nada imposible para él.

Perdonar pecados le trajo problemas a Jesús frente a los escribas y fariseos. En una ocasión, trajeron a un paralítico ante Jesús para que lo sanara y Jesús, antes de sanarlo, le dijo: «tus pecados te son perdonados». Eso enfureció a los escribas, quienes lo acusaron de blasfemia.

Y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
Algunos de los escribas estaban sentados allí y razonaban en sus corazones: ¿Por qué habla este así? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados sino uno solo, Dios?
De inmediato Jesús, dándose cuenta en su espíritu de que razonaban así dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué razonan así en sus corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”; o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”? Pero, para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad para perdonar pecados en la tierra —dijo al paralítico—: A ti te digo, ¡levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!
Y se levantó, y en seguida tomó su camilla y salió en presencia de todos, de modo que todos se asombraron y glorificaron a Dios diciendo: ¡Jamás hemos visto cosa semejante!
(Marcos 2:5-12)

Los milagros que Jesús realizó durante su ministerio, como sanar a los enfermos, echar fuera demonios y resucitar a los muertos, fueron evidencia clara de su divinidad. Perdonar pecados es algo que solo Dios tiene el poder de hacer, y el ministerio de Jesús se caracterizó también por eso: él perdonaba pecados. En él las personas encontraban una nueva oportunidad.

El ministerio de Jesús fue uno de gran poder. Fueron muchos los milagros que él realizó: sanó enfermos de diversas dolencias, liberó endemoniados y hasta resucitó muertos. ¡El poder de Dios estaba sobre él! Dos ejemplos impactantes de resurrecciones hechas por Jesús son la resurrección de la hija de Jairo (Lucas 8:49-55) y la resurrección de Lázaro (Juan 11:38-44).

Su resurrección: la prueba definitiva

Podemos decir que la prueba más clara y definitiva de la divinidad de Jesús es su resurrección después de su crucifixión y muerte. Con su resurrección, Jesús demostró que tenía poder sobre la muerte y que su mensaje, todo lo que había predicado, era verdadero.

Fueron muchos los que vieron al Cristo resucitado. La realidad de la resurrección de Jesús infundió nueva esperanza y valentía en sus discípulos. ¿Quiénes vieron al Cristo resucitado? Algunas de las muchas personas que vieron al Jesús resucitado fueron:

  • María Magdalena y otra María (Mateo 28:1-10)
  • Dos discípulos que iban de camino a Emaús (Lucas 24:13-32)
  • Pedro (Lucas 24:34)
  • Los once discípulos (Mateo 28: 16-20, Lucas 24:36-49, Hechos 1:1-5)
  • Más de 500 personas (1 Corintios 15: 6)
  • Pablo (1 Corintios 15:8-9)

Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, para el pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, vive para Dios.
(Romanos 6:9-10)

La resurrección de Jesús probó que él era Dios. Su resurrección no necesitó la intervención de nadie. Jesús, siendo Dios, tenía todo el poder para resucitar y así lo hizo, él resucitó. La muerte no tiene más poder que Dios.

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