7 versículos sobre la importancia que Dios da a los niños


Todos somos importantes para Dios y él nos ama desde el mismo momento de la concepción. Sin embargo, los niños parecen tener un lugar especial en el corazón de Dios y hay versículos en la Biblia en los que percibimos cuán preciosos ellos son a los ojos de nuestro Señor.

Aquí encontrarás versículos para bendecir a los niños y para meditar sobre el gran amor de Dios para con cada uno de ellos.

1. Dios nos creó y nos formó

Salmo 139:13

No hay nada más dulce y tierno que ver a un bebé recién nacido, tan diminuto y a la vez tan perfecto. Dios creó cada parte de nuestro cuerpo, nos formó tal y como él quiso. Y es precisamente él quien se deleita más al vernos nacer, crecer y usar para bien todos los talentos y el potencial que él ha puesto en nosotros.

Cada uno de nosotros es único y especial para Dios; él nos formó con mucho amor y gran detalle. Nuestro corazón debería saltar de gozo en adoración cada vez que recordemos esto: somos creación especial y maravillosa para Dios, y él se deleita en nosotros.

¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!
(Salmo 139:14)

2. Dios nos conoce desde el primer momento

Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido.Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos.
(Salmo 139:15-16)

Dios nos conoce desde el mismo momento de la gestación, cuando éramos tan pequeños que nadie nos podía ver y ni siquiera nuestros padres sabían de nuestra existencia. Los seres humanos somos únicos, hechos a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27). Él nos ama mucho más de lo que podemos imaginar y cuida de nosotros. Dios ha diseñado nuestros días desde el primer momento y tiene planes de bien para nosotros (Jeremías 29:11).

3. Los hijos son una bendición

Salmo 127:3

No debemos ver a los hijos como una carga o como una responsabilidad demasiado difícil de asumir. Los hijos son una bendición, son herencia de Dios y recompensa para nuestras vidas. Debemos amarlos y apreciarlos. Es un gran privilegio y honor que Dios nos conceda hijos, poder verles crecer y criarlos en el temor del Señor. ¡Apreciemos ese regalo de Dios!

4. Los niños como ejemplo de humildad

En ese momento los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: ¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?
Él llamó a un niño y lo puso en medio de ellos. Entonces dijo: Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos.
(Mateo 18:1-4)

Los discípulos le hicieron una pregunta a Jesús. Suponemos que en su interior, cada uno deseaba escuchar su nombre como respuesta. Jesús les sorprende al declarar que, no solo para entrar en el reino de los cielos, sino para ser el más grande allá, es necesario ser humilde como un niño.

Somos humildes cuando reconocemos nuestras limitaciones y debilidades. Los niños piden ayuda cuando la necesitan y piden perdón cuando deben hacerlo. Luego siguen con lo que estaban haciendo sin guardar rencor. Necesitamos aprender de ellos a pedirle ayuda a Dios y a los demás sin avergonzarnos o sentir que hemos fallado. También debemos aprender a pedir perdón sin guardar rencor y luego seguir adelante con la ayuda y dirección de Dios.

No permitamos que nuestro orgullo nos aparte de todas las bendiciones que Dios nos quiere dar. ¡Aprendamos de los niños y seamos humildes!

5. Tenemos que enseñarles a amar a Dios

Deuteronomio 6:5-7a

Dios anhela que le conozcamos y le amemos desde nuestra niñez. Los padres somos responsables de enseñar a nuestros hijos a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. Esto se hace mejor con el ejemplo. Si ellos ven que nuestro amor a Dios y el deseo de agradarle son la base de nuestras acciones, aprenderán a vivir una vida que glorifique a Dios.

También debemos leer y memorizar la palabra de Dios en familia. En la Biblia encontramos palabras de vida que nos enseñan lo que agrada a Dios y nos transforman. Según vamos creciendo enfrentamos nuevos retos. Si en esos momentos recordamos un versículo bíblico aprendido durante la niñez, recibiremos al instante la palabra necesaria de sabiduría, ánimo o sanidad.

6. Dios valora a los niños

Empezaron a llevarle niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban. Cuando Jesús se dio cuenta, se indignó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño de ninguna manera entrará en él». Y después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
(Marcos 10:13-16)

Jesús reconoció el valor de los niños y los puso como ejemplo de cómo debemos recibir el reino de Dios. ¿Has visto a un niño recibir un regalo? Lo admira y muestra su agrado dando saltos y riendo. Así es como debemos recibir el reino de Dios en nuestros corazones, con mucho gozo, valorándolo como el tesoro más preciado que jamás podremos recibir (Mateo 13:44). ¡Porque eso es precisamente lo que es!

Dios anhela bendecir a los niños y recibirlos como sus hijos amados. No olvidemos orar por los niños que Dios pone en nuestro camino. En este pasaje vemos que Jesús abrazó y bendijo a los niños, disfrutando la espontaneidad que les caracteriza. ¡No perdamos nunca ese entusiasmo al acercarnos a la presencia de nuestro Señor!

7. Recibimos a Jesús al recibir a un niño

Marcos 9:37a

Cuando recibimos a un niño estamos recibiendo a Jesús. Él no vino a la tierra con mano dura e imponiendo, sino que nació en un pesebre como un bebé. Jesús ve mucho valor en todo el ciclo de vida de los seres humanos, pero se identifica especialmente con el corazón sencillo, y abierto de los niños.

Jesús veía en los niños que lo rodeaban características suyas como la humildad y la sinceridad. Él tomaba de su tiempo para abrazar a los niños, los reconocía como personas valiosas y no solo como algo que se debía tolerar como era común en ese tiempo.

De la misma forma nosotros debemos valorar a los niños que Dios pone en nuestro camino, no solo a nuestros hijos, sino a todos los niños que nos rodean. Abramos nuestros brazos y nuestros corazones, y aprendamos a apreciar a cada uno de ellos.